Columna | Te acompaño, pero hasta la puerta del cementerio – por Marco Enríquez-Ominami

Marco Enríquez-Ominami

Hagamos un juego: Le vamos a nombrar una serie de hechos históricos y usted tiene que adivinar a qué momento o lugar de la historia nos estamos refiriendo: 1)Se vive una política internacional basada en un sistema de alianzas que obliga a que, como piezas de dominó, entren en guerra muchos países cuando uno de ellos se considera atacado, aunque el conflicto esté encapsulado en una sola región; 2) Existe una tensión creciente por el lugar hegemónico del mundo, entre algunos imperios nacientes y otros imperios en decadencia; 3) Hay nacionalismos exacerbados; 4) Se experimenta una carrera armamentística y existe una industria dedicada a la guerra; 5) Se han desarrollado nuevas tecnologías bélicas que acelerarían exponencialmente las víctimas inocentes y la crueldad de las muertes; 6) Los diálogos los lleva una diplomacia fallida, dedicada a escalar tensiones y no a aplacarlas.

En efecto. Nos estamos refiriendo a la Primera Guerra Mundial, cuando un acto nacionalista de un movimiento serbio en Sarajevo, en contra del imperio Austro Húngaro, llevó a que Austria-Hungría le declarara la guerra a Serbia y que se metiera en contra de Serbia Alemania, por su pacto con Austria-Hungría, y que se metiera también Rusia, por su alianza con Serbia. Que después Alemania le declarara la guerra a Francia, por su alianza con Rusia, y que para atacarla, tuviera que declararle la guerra a Bélgica, que a su vez tenía un pacto con Reino Unido, que también entró, y así con Estados Unidos, Japón, China, Grecia, Rumania… hasta llegar a 24 países protagonistas, y varios otros en la escalada

Si usted pensó que nos estábamos refiriendo al presente bélico del norte global, no se equivocó. Porque allá están haciendo rimar la historia con una muy similar tormenta perfecta de causas: nacionalismos, imperialismos, carreras armamentísticas e incapacidad diplomática. Hay o hubo una guerra en Entre Rusia y Ucrania en la que se metió Estados Unidos, Europa y la OTAN completa, en la que Latinoamérica, con sabiduría, salvo excepciones, supo que tenía que mantenerse en una posición neutral, porque la paz global necesita no de un sherif global, sino que de bloques de países soberanos que mantengan una posición que permita poner la mesa, para que las partes se sienten a conversar.

Hoy, los países que se nos presentaban como modelo de desarrollo han escuchado al llamado de las sirenas, de la guerra para colmo, y han dilapidado ahí, en armas y crisis, el bienestar de su gente y colmando de contradicciones a los pueblos y a las izquierdas. Hace poco, un ministro del gobierno alemán de Olaf Scholz explicaba que no habría más subsidios para el sector agrícola, porque están gastando esa plata en libertad. En USA, el progresismo vive el mismo dilema. Cómo llamar a votar en contra del candidato que quiere abolir el aborto, pero sin llamar para votar a favor del que quiere enviar armas para que se cometa un genocidio y comenzar otra facking war, como dijera la periodista Joy Ann Reid de MSNBC (a quién le dejaron el micrófono abierto).

Dice Walter Benjamin que el Ángel de la Historia presencia una catástrofe única que se amontona incansablemente ruina sobre ruina. Que el ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero que desde el paraíso sopla un huracán, que es el futuro, el progreso, que se ha enredado en sus alas y que ese viento es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas.

Nosotros, que creemos en fantasmas, pero no en ángeles, sabemos que sobre la historia siempre se puede hacer algo. Que Chile, debe pensarse en interacción y bloques internacionales. Que se puede ser leal, pero solo hasta la puerta del cementerio. Sin embargo, también creemos que los gobernantes siempre deben explicar moralmente sus posicionamientos sobre los grandes hechos de este mundo.

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