[Columna] El porqué del golpe en Bolivia

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Marco Enríquez- Ominami
es coordinador ejecutivo del Grupo de Puebla.

La democracia es el mejor invento político que los griegos entregaron a la modernidad, pero, cuando las democracias liberales evalúan desde su etnocentrismo a las del resto del mundo las socavan, y con ello también la confianza política de los pueblos en sus propios acuerdos institucionales.

Lo que ocurrió en Bolivia es grave por eso. Por la intromisión etnocentrista de las democracias liberales que no entienden que el indio puede tener, también, como ellos, voluntad de poder. Como la han tenido por varios lustros Merkel en Alemania, Netanyahu en Israel, o Rutte en los Países Bajos. El mandato popular ordenaba que Evo Morales debía llegar en la presidencia, al menos, hasta 2020. Ese mandato fue interrumpido en 2019 con un golpe de Estado excusado en las acusaciones de fraude electoral sobre las elecciones presidenciales de 2019, que reelegían a Evo por un nuevo periodo. Acusaciones que fueron levantadas por la OEA de Luis Almagro, y que fueron inmediatamente respaldadas por la prensa y políticos reaccionarios de todo el mundo.

Más allá del repaso de los hechos, que demuestran que el único fraude fue la denuncia de fraude —como lo han hecho los estudios sobre esas elecciones de científicos del MIT, del CEPR y de la Universidad de Michigan— y más allá de la violencia política que esto desencadenó, creo que las razones del golpe tienen que ver con esa manera etnocéntrica de hacer las cosas, que no acepta otras maneras de hacer esas mismas cosas.

Hagamos un poco de historia: la Bolivia que recibieron Evo Morales y Álvaro García Linera hace poco más de una década, cuando asumieron por primera vez el poder, era muy distinta. Era un país desigual, no solo y brutalmente en lo económico, sino que también y especialmente en lo social y cultural. Era una sociedad pigmentocrática, estamentaria, donde la posición de una persona en el entramado social era definida por su apellido y el color de su piel. Álvaro García Linera llamó brillantemente a esto, el revolucionario paso de una democracia fósil, meramente procedimental, que perpetuaba las élites y la desigualdad, a una democracia plebeya. Una democracia que aprendió con Evo a encontrar una identidad y un sentido de lo colectivo, a partir de la demanda por la igualdad.

Con la perspectiva que nos da la tranquilidad del regreso de la democracia y la paz plebeya a Bolivia, concluyo que, la más clara razón del golpe contra Evo fue el intento de rescatar esa democracia procedimental y pigmentocrática. Y que eso de acceder a las riquezas estratégicas de Bolivia es más bien una excusa para darle una razón a la pasión que moviliza al fascismo: el odio al indio, al negro y al mestizo… el odio al pueblo.

Y es en nombre de esa democracia plebeya que Evo y García supieron volver, hechos millones, como dijera Túpac Katari, en una posta revolucionaria encarnada ahora por Luis Arce y David Choquehuanca. Alguna vez me preguntaron: por qué Evo no hizo lo de Bachelet, y se buscó un puesto en Naciones Unidas, “como lo hacen los expresidentes”. Yo creo que no lo hizo precisamente por eso. Porque Evo y García Linera, como Arce y Choquehuanca ahora, no son burócratas en el poder. Lo que ellos están haciendo es revolucionario, y una revolución, como decían por ahí, hay que comenzarla, de nuevo, cada día.

Fuente: La Razón

 

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